A
LA VIRGEN DE CONSOLACIÓN
AVE MARÍA
Eres el ave,
María
que fácilmente se
eleva
y como un rayo, se
lleva,
como un suspiro, mi
vida.
No sé qué tienes,
María,
que sabes tan bien
mirar,
siempre cruzando la
mar,
siempre sanando la
herida.
Te ha cazado un
cazador
con la trampa de su
mal:
viste su herida
mortal,
te conmovió su
dolor.
Yo soy ese
cazador.
No me desprecies,
Señora;
muéstrate, señora,
ahora,
Madre de
Consolación.
Madre de
Consolación,
detén tu paso y
medita:
sólo tú me
resucitas
mi llagado
corazón.
No sé qué ocurre,
María,
que sólo verme
sufrir,
detiene el paso
gentil
de tu huída en mi
agonía.
Y vuelves luego a
volar,
llevando sobre tus
alas,
paloma, mis llagas
malas
y mi oscuro
suplicar.
Madre que buscas el
sol,
madre que vuelas al
viento,
llévale a Dios mi
lamento,
porque me visite
Dios.
Y, cuando vuelvas,
Señora,
por recogerme y
volar,
llévame sobre la
mar,
cuando me llegue la
hora.
César Buendía
No hay comentarios:
Publicar un comentario